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REVISTA RELEP, 2024, 6 (2), Mayo-Agosto, ISSN: 2594-2913
amplitud conceptual de la palabra formación, así como en la realidad em-
pírica. Por tanto, la formación de docentes, según los principios del plan
de estudios, se edica a partir de la práctica como una actividad, a decir de
Schön (1998), incierta y con diversidad de valoraciones. En este sentido, la
formación es vista como un espacio de múltiples dimensiones; por tanto,
es compleja, porque, a decir de Moran (1997): “recupera, por una parte,
al mundo empírico, la incertidumbre, la incapacidad de lograr certeza, de
formular una ley eterna, de concebir un orden absoluto. Y recupera, por
otra parte, algo relacionado con la lógica, es decir, con la incapacidad de
evitar contradicciones” (p. 99).
La experiencia de los maestros en formación inicial radica en el
ejercicio de la práctica docente, de la observación y de su análisis. Para Ca-
rrizalez (1990), la formación debe partir de la experiencia a n de cuestio-
nar la seguridad y certeza de los conocimientos teóricos y empíricos que
se tiene de ella, con la intención de develar los mecanismos por los cuales
el individuo reproduce, simula y se adapta al sistema de valores impues-
tos. La formación a partir de la experiencia implicaría evitar la seducción
relativa de lo subjetivo, cuestionar las intenciones formativas y las maneras
de percibir desde la experiencia. De este modo, la formación que radica
en la experiencia se constituye en la posibilidad que tiene el sujeto para
dilucidar la imposición generada en el exterior que aparece en lo interno
como normalizado.
La formación desde la experiencia puede recorrer dos caminos:
la continuidad o la discontinuidad. En la primera, se garantiza la adapta-
ción del maestro en formación al mundo cotidiano, pues no implica rup-
turas ni cambios, sólo procesos lineales que indican el camino trazado,
marcando la constante racionalidad de lo instituido, evitando la innova-
ción para alcanzar el progreso a partir de la apropiación de la racionalidad
del otro (Carrizalez, 1990). La continuidad de la experiencia implica que el
individuo recorre el mismo camino que los otros quienes le antecedieron,
ya que el tiempo y las comunidades sociales han legitimado el trayecto
formativo, protegiéndolo de cambios que sacudan las seguridades perso-
nales. La experiencia en la continuidad no reconoce el cambio como alter-
nativa hacia la crítica, sino que es un mecanismo que asegura el éxito del
individuo para lograr el deber ser. Así, la experiencia se aboca continua-
mente a seguir una vía reexionada para asemejarse a una vía reejante
(Honoré, 1981).
La formación de docentes por medio de la experiencia discon-
tinua parte del cambio, de la ruptura. La experiencia al no continuar lo
reexionado salta a lo inesperado, rompe la estabilidad de las estructuras
cognitivas, valorativas, emocionales del sujeto para cambiarlas por otras,
ya sean diferencias radicales o totales. La ruptura es un hito en la subjetivi-
dad, porque revela lo diferenciado que se fue gestando en el proceso inte-
ractivo entre lo objetivo y lo subjetivo. La ruptura no es total, sino gradual,
realizando cortes y suturas al mismo tiempo, es dinámica. Cuando parece
que dibuja una forma, de repente se vuelve borrosa. Por tanto, la ruptura
en la discontinuidad implica el cambio de estructuras subjetivas que pro-