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REVISTA RELEP, 2022, 4(3), Septiembre-Diciembre, ISSN: 2594-2913
Según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía
(Inegi, 2021), en México, 3.6 millones de personas de entre 3 y 29 años de
edad estuvieron inscritas en el ciclo escolar 2019-2020, de éstas, 2.2%, es
decir, 740 000, no concluyeron el curso, 58.9% por razones asociadas al
COVID-19 y 8.9% por falta de dinero o recursos.
Por otra parte, durante el ciclo escolar 2020-2021, 9.6% del total
de población de 3 a 29 años de edad, es decir, 5.2 millones de personas,
no se inscribieron al sistema educativo en sus diferentes niveles por moti-
vos asociados a la pandemia o por falta de recursos económicos. Además,
26.6% considera que las clases a distancia son poco funcionales para el
aprendizaje, 25.3% menciona que alguno de sus padres se quedó sin traba-
jo y 21.9% no cuenta con dispositivos móviles o conexión a Internet.
Lo anterior reeja que la población estudiantil en situación de
pobreza por desempleo de sus padres o salarios bajos no cuenta con los
dispositivos tecnológicos necesarios para tomar clases a distancia, tam-
poco con conectividad, situación que la pone en desventaja frente a los
demás estudiantes.
Se trata de familias y/o estudiantes vulnerables, aque-
llos cuyos ingresos no son sucientes para satisfacer
sus necesidades o han perdido el empleo, viven en zo-
nas rurales de difícil acceso, con baja infraestructura
eléctrica e inexistencia de conexión a internet, o se
trata de estudiantes con algún tipo de discapacidad,
entre otras desventajas, la situación se complejiza
aún más y supone un mayor reto (Gutiérrez-Moreno,
2020, p. 2).
La situación de vulnerabilidad en la que se encuentran los estu-
diantes es motivo de rezago académico; ya que al regresar a clases presen-
ciales no contarán con los aprendizajes esperados para el grado que deben
cursar en el momento, lo cual los contribuirá a la reprobación y, por ende,
a la deserción, ampliando las cifras del rezago educativo y de pobreza.
Esta situación constituye un síndrome situacional en el que se
asocian el infraconsumo, la desnutrición, las precarias condiciones habi-
tacionales, bajos niveles educativos, una inserción laboral inestable, acti-
tudes de desaliento y apatía, y poca participación en las diferentes formas
de integración social (Bueno, 2005).
Sin embargo, el rezago académico y educativo no es nuevo;
previo a la pandemia, se identicaba reprobación y deserción escolar en
estudiantes vulnerables por condicionantes sociales ampliamente conoci-
dos como el desempleo, los bajos salarios y diferencias culturales. De tal
manera que los estudiantes menos favorecidos tampoco tenían acceso a la
educación formal.
En marzo de 2020, cuando se informó del cierre de las escuelas,
los niños comenzaron a recibir clases mediante el programa Aprende en
Casa con diferentes horarios según los grados escolares que comprenden